Desde hace unos años no hay manera de escapar de esa lacra que son los remakes, y lejos de disminuir cada vez son más, basta ver la penosa relectura de "Desafio Total" perpetrada hace escasos meses, cuando la original apenas tiene 20 años. En el año 2006 asistiamos a uno de esos remakes: Wicker man (2006) con Nicolas Cage, mira que este hombre me cae bien, pero lleva encadenados como veinte o treinta truños seguidos en apenas 6 o 7 años, no sé si por problemas económicos, por los caros tratamientos contra la alopecia o por una adicción excesiva al trabajo. Pero vayamos a lo bueno que en este caso es la original y genuina "The wicker man", una de las mejores sino la mejor película de terror británica, aunque desde luego es mucho más, una de las cintas más raras
que he visto, donde se combinan varios generos pasando de un aparente thriller o caso policial, a momentos de musical, erotismo y una persistente atmósfera malsana que rodea al sargento desde que llega a la isla, con un
final terrorífico.
Y es que ante todo esta cinta me parece provocadora,
anticristiana hasta la médula, y con un contenido erótico apropiado a su época,
hembras desnudas e insinuantes. Pero todo con un guión inteligente donde los
diálogos a diferencia de su remake si tienen peso y fuerza, y sirven para
cuestionar la visión del mundo y de la religión.
Al parecer existen numerosas versiones de la película en
cuanto a metraje, desde unas que duran 89 minutos, hasta la que vi. que dura
100 minutos, y que está en castellano pero en la que hay algunas secuencias no
dobladas, que están en inglés lo cual parece indicar que fueron añadidas de una
versión original más extendida.
La película se inicia con este cartel dando las gracias al señor de Summerisle
algo que obviamente es una broma pues no existe tal Señor de
Summerisle más que en la ficción cinematográfica.
.
Los cinco primeros minutos
nos sirven para hacernos una clara imagen del protagonista a través de sus actos,
un devoto cristiano amante del orden y el deber, que entona con alegría sus
cánticos en la ceremonia religiosa al lado de una joven, por la que intuimos se
siente atraído. Cosa que instantes después confirmamos al ser sus propios
compañeros de comisaría los que se mofan de su forma de ser, riéndose de su
virginidad pese a su edad y su devoción religiosa que le impide ir más allá con
la muchacha.
Tras esta especie de introducción, entramos de lleno en el hilo de la película, el sargento de policía Howie (Edward Woodward) tras recibir una carta anónima relatando la desaparición de una niña de doce años, se desplaza en avioneta desde su comisaria en tierra firme escocesa hasta una remota isla de su jurisdicción famosa por sus manzanas, con el objetivo de investigar la desaparición de Rowan Morrison. Sus habitantes están gobernados por el misterioso Lord Summerisle (Christopher Lee) y son seguidores de las antiguas tradiciones ancestrales muy ligadas a la naturaleza a través de ritos paganos.

Según
empieza el Sargento Howie a investigar a los residentes de la isla sobre la
niña desaparecida, se encuentra con respuestas de ignorancia o información
contradictoria, que le exasperan. Además su sensibilidad puritana es
crecientemente ofendida según ve la actitud lasciva de la hija del posadero
(Willow McGregor), las obscenas canciones entonadas por una más que alegre
clientela que allí se reúne, las enseñanzas de la maestra (Miss Rose) a los
jóvenes con un lenguaje sexual, la iglesia abandonada, las lápidas del
cementerio, las danzas de jóvenes desnudas alrededor del fuego y círculos
megalíticos...que culmina con su visita a un circunspecto Lord Summerisle que
le explica el proceso de esta vuelta a los antiguas tradiciones y dioses.
Las cosas comienzan a partir de aquí a hacerse más extrañas
para el Sargento, y llega a sospechar que la desaparición de la niña puede
responder a un ritual de sacrificio humano dentro de las celebraciones de
fertilidad del primero de mayo de la vieja religión.
Aquí a diferencia de la versión protagonizada por
Nicolas Cage, no se busca el susto fácil, si no que a través de una sucesión de
hechos se busca es crear un ambiente de exasperación y desasosiego.
Precisamente lo que le ocurre al pobre sargento, en un papel muy bien
interpretado por Edward Woodward, esos gestos que asoman a su rostro ante las
canciones y actos groseros en la taberna "El ogro verde", esa gente
fornicando en plena calle, esa libertad sexual desubica a un hombre que apenas
esta a unas decenas de kilómetros de su seguro mundo, pero que parece haya
llegado a otro planeta donde su dios cristiano no tiene ninguna fuerza. Ya en
la isla a cada paso que da se va escandalizando más, y los isleños parecen
sentir un placer insano en atormentar al sargento, que en algunas escenas a
punto esta de perder los estribos.

En su viaje hacia la mansión de Lord Summerisle la visión de
jóvenes desnudas adorando símbolos fálicos y danzando en círculos de piedra a
la vez que saltan sobre el fuego no consiguen aplacar precisamente su espíritu,
que tras la conversación con Lord Summerisle (Christhoper Lee), se exaspera aún
más, cuando este le dice que el cristianismo se basa en la historia de una
mujer virgen fecundada por fantasma. Y que el Dios cristiano la cagó.
Hay grandes momentos la carnal escena de Britt Eckland, si aquella chica que fue una amiga especial de nuestro querido Rod Steward
bailando desnuda y restregándose contra las paredes, a la vez que suena una
música con peso de la percusión, a la que ella misma ayuda golpeando la pared
mientras nuestro sargento apunto esta de venirse abajo y abrazar los placeres
de la carne. Es uno de los mejores momentos que vienen a reflejar que pese a la
fortaleza de las creencias siempre existirá la tentación, en este caso en forma
de mujer.

La corta perspectiva del policía, incapacitado absolutamente de acceder a una visión de conjunto de la situación, dada su furibunda necesidad de postular su religión, el cristianismo como la única fe verdadera y acorde al tiempo presente (ideas que serán irónicamente rebatidas por varios personajes). Siguiendo tales coordenadas, los acontecimientos se encadenarán hasta llegar al sorpresivo final con una yuxtaposición
de plegarias cristianas de un lado, y cánticos paganos de otro.
Una frase: …”infieles, malditos
infieles”
Un clásico que debe ser visto y que ha dado lugar a un par de temas del mismo título que no deben ser confudidos aunque los cante el gran Bruce Dickinson, pues son completamente diferentes.